Te acaricio en la
espuma del jabón con que me baño.
Te convierto en mi adivino.
Vine a ver cómo se escurren de tus pasos mis andares
a
pregonarme lo advertido.
Bajo la triste luna y luego hasta abajo hasta subir,
llegada
la noche,
de nuevo la triste luna.
Para dormir catorce horas y despertar con sueño
cansado de soñar tan intensamente
que acaricio, al fin, tu piel.