martes, 27 de enero de 2015



Te acaricio en la espuma del jabón con que me baño.
Te convierto en mi adivino.

Vine a ver cómo se escurren de tus pasos mis andares
a pregonarme lo advertido.

Bajo la triste luna y luego hasta abajo hasta subir,
llegada la noche, 
de nuevo la triste luna.
Para dormir catorce horas y despertar con sueño
cansado de soñar tan intensamente
que acaricio, al fin, tu piel.