sábado, 5 de noviembre de 2011

cartas a juan

Pertenezco a mi latido. Continuo sin calma en pos de tranquilidad. Iré a un lugar seguro.Una vereda de tus fotografías sostiene mi peso. Sé girar y sé marearme, sé de ti cuanto sé más de mí. Qué tienes. Porqué lloras. No espero la respuesta del hielo. No espero la esperanza de seguir en el camino. No reitero jaculatorias. No eres un cuerpo degradado ni lo que hiciste a los recuerdos de quienes te conocimos y, si acaso nos acordamos ni tus fotografías ni los agradecimientos de quienes ayudaste, no sé tampoco decir qué más es tu existencia. No sé mucho de las cosas ni de las almas. Evadir el tiempo como brincar un obstáculo, prorrumpir los muros de las alas, continuar y continuar. Esparcir mi manta de recuerdos, evadir y caer. Una manta azul celeste me detiene, me intensifica, me dice lo que debo sentir. Un rocío de vidrios rotos corta mi garganta y moja todo el tiempo pasado, moja las hojas violetas. Las plantas retroceden ante su propio nerviosismo, están vivas, su nerviosismo su ansiedad florea gargantas cortadas, florea niveles usados de cacerolas ardientes, florea platillos de diversos señores que interfieren, que caen, irremediablemente.

Caen, sonríen y todos caemos, reímos a carcajadas no sé de qué manera podemos entender el paso del tiempo, reímos de todos, caemos rendidos, no decimos el color blanco no decimos las torpezas del tiempo, me rio, me rio, me rio.

desesperación


Elsa sabía que en su cabeza merodeaban estomas sanguinolentos, ella era insoportable, sobretodo para sí misma. Decidió mirar la gotera del baño.


Caía la gota, repetible, estrepitosa, inodora. La membrana de la gota reflejaba el movimiento de su caída y, al caer el mundo se rompía con ella.


No había teléfonos ni la idea de tener uno pero el de la sala tintineaba sin cesar y Elsa decidió que no contestaría.


Para entonces la sala se anegaba de reflejos rotos de realidad, la acuosidad lenta muy lenta estragaba las botas cafés y el mueble del teléfono de la sala.


Era la Justicia de enero a Bordo de la comparsa. La casa contenía, perfectamente, la fuga de todas sus aguas y aunque Elsa olvidaba pensar, creía en el ciclo del carbono. No era profesional en nada, quería aprender a vivir antes de aprender cualquier otra cosa. Miraba la gota y de verdad que anulaba el muladar de palabras que habitan su mente.


Crecía su ira con el nivel de agua, abrió la llave porque aprendió de las gotas el idéntico parecido en el transcurrir del tiempo. A su modo, comprendió La Burla. La casa nunca dejó salir sus aguas ni se reventó. Elsa que deseó un teléfono de verdad.


Las botas cafés tuvieron un sueño profundo de un sueño que soñaba sus propios deseos en abstracto. Dormía y despertaba profundo. Caminaban y ahora se acuestan en los fondos. Ya en el abismo

superficialmente hablando- es que se confundían sobre el estado de sus conciencias. Escondieron, en el bozo de su espada, armas del imaginario colectivo. Se preguntaban condicionantes para contestarse con cualquier adverbio.